De niños todos tuvimos miedo… algunos a la oscuridad, otros a la soledad, otros que se yo… a las frutas redonditas (y no se rían que conocí una persona que le tiene pavor de verdad a estos alimentos). La cuestión es que el miedo y la infancia van bastante de la mano.
Según los investigadores que han estudiado el miedo infantil, los temores de los niños son universales. Si bien pueden variar de un niño a otro en función de las situaciones en las que vive, lo cierto es que en su mayoría todos los niños presentan algún miedo.
Este tipo de miedos, suelen ser denominados miedos infantiles, ya que en su mayoría las situaciones que provocan temor se repiten en la mayoría de los casos.
Los miedos comienzan a aparecer durante el primer año de vida y se hacen más intensos durante los cuatro y los seis años. Ante estos temores, los niños suelen reaccionar de forma fisiológica, por ejemplo con tartamudeo, taquicardia o ansiedad.
De todos modos, aunque pueden generar una mala pasada, debemos recordar que los miedos infantiles son normales y además, beneficiosos para los niños. ¿Cómo puede ser esto? Pues fácil, les ayudan a evolucionar y adaptarse a los conflictos. Ellos mismos deben crecer y acostumbrarse a sus propios temores para que desaparezcan.